junio 28, 2012

¿Qué Palabra Vamos a Tachar?


Cierto día un creyente recibió la visita de una joven que parecía atormentada. Después de dialogar un momento, comprendió que la joven, aunque era creyente, quería seguir yendo a discotecas y disfrutar de los placeres malsanos del mundo, a pesar de todas las exhortaciones y advertencias de la Palabra de Dios.


Entonces el creyente abrió la Biblia en Hechos 10:14 y le pidió que se fijase en la expresión: “Señor, no”, empleada por el apóstol Pedro cuando rehusó obedecer la orden de Dios. Luego le tendió un lápiz y le dijo: «El que dice a Dios «Señor», no puede al mismo tiempo rehusarse a obedecerle. Si en este pasaje dejas el «no», entonces tienes que tachar la palabra «Señor». Las dos palabras no pueden convivir juntas, es imposible». 

Después de esto se levantó y dejó a la joven sola con la Biblia, presa de un intenso combate interior. Cuando regresó, la joven le devolvió su Biblia. La página estaba mojada por las lágrimas, pero la palabra «no» estaba tachada. Ella había comprendido el mensaje. 

Amigos creyentes, a menudo decimos que Jesús es nuestro Señor. Pero no pronunciemos esa palabra a la ligera. Reflexionemos detenidamente en nuestras actividades para analizar si él puede aprobar todo. Quizá tengamos que tomar decisiones difíciles, pero recordemos lo que dijo a sus discípulos: “El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama” (Juan 14:21). 

junio 19, 2012

Empuja la roca



"Perseverancia, obediencia y confianza en Dios"

Dios le dijo a su siervo: "Cada día empuja con todas tus fuerzas la gran roca que está junto a la puerta de tu cabaña". 

El hombre hizo perseveraba fielmente en lo que el Señor le pidió. Día tras día, antes de ir a sus trabajos, el hombre empujaba la gran piedra con todas sus fuerzas... pero esta no se movía. 

Después de muchos años el siervo de Dios aun perseveraba obediente, pero comenzó a sentirse frustrado, pues la roca no se había movido un milímetro. Finalmente le dijo al Señor: "Ya estoy viejo y cada día he empujado la roca, pero esta no se ha movido ¿Por que he fracasado?" 

El Señor le respondió con profundo amor: "Querido hijo, cuando te pedí que empujaras la roca no era con el fin de que esta se moviera. Quise mas bien enseñarte a dominar tu cuerpo, a fortalecer tu alma por medio de la disciplina, a conocer tus fortaleza y tus límites. Empujando la roca con perseverancia has aprendido a vencer la tentación del demonio que te decía que era inútil y has fortalecido tu fe. Además, Yo sabía que tus enemigos eran fuertes y vendrían contra ti. Por eso quise que ejercitaras tu cuerpo. Gracias a tu perseverancia, empujando la piedra cada día, desarrollaste una gran fortaleza física y tus enemigos no han podido contra ti. Ahora eres fuerte espiritual y físicamente. Has vencido al demonio y a tus enemigos de la tierra. ¿Crees que fracasaste?. Cierto, no has movido la roca, pero tu misión era solo ser obediente y empujar para que yo cumpla en ti mis designios. Lo has conseguido. Ahora, querido hijo, Yo moveré la roca". 

Querido hermano: La palabra de Dios encierra un misterio que sobrepasa nuestra razón. Dios nos pide confianza y perseverancia. 

Dios te ha enseñado su camino. ¡OBEDECELE Y PERSEVERA! 

Cuando todo parezca ir mal... ¡OBEDECELE Y PERSEVERA! 

Cuando parece que no tiene sentido... ¡OBEDECELE Y PERSEVERA! 

Cuando estés agotado por el trabajo... ¡OBEDECELE Y PERSEVERA! 

Cuando la gente simplemente no comprende tu fidelidad a Dios... ¡OBEDECELE Y PERSEVERA!


junio 02, 2012

El Segundo Traje

Cierta vez un hombre visitó a su consejero y le relató su problema.


- “Soy un sastre. Con los años gané una excelente reputación por mi experiencia y alta calidad de mi trabajo. Todos los nobles de los alrededores me encargan sus trajes y los vestidos de sus esposas. Hace unos meses, recibí el encargo más importante de mi vida.

El príncipe en persona escuchó de mí y me solicitó que le cosiera un ropaje con la seda más fina que es posible conseguir en el país. Puse los mejores materiales e hice mi mejor esfuerzo. Quería demostrar mi arte, y que este trabajo me abriera las puertas a una vida de éxito y opulencia.

Pero cuando le presenté la prenda terminada, comenzó a gritar e insultarme:

- ¿Esto es lo mejor que puedes hacer? ¡Es una atrocidad! ¿Quién te enseñó a coser?

Me ordenó que me retirara y arrojó el traje tras de mí. ¡Estoy arruinado!. Todo mi capital estaba invertido en esa vestimenta, y peor aún, mi reputación ha sido totalmente destruida. ¡Nadie volverá a encargarme una prenda luego de esto! ¡No entiendo qué sucedió, fue el mejor trabajo que hice en años!”

-”Vuelve a tu negocio”, dijo el sabio, “descose cada una de las puntadas de la prenda y cóselas exactamente como lo habías hecho antes. Luego llévala al príncipe.”

- “¡Pero obtendré el mismo atuendo que tengo ahora!”, protestó el sastre.

“Además mi estado de ánimo no es el de siempre”.

- “Haz lo que te indico, y Dios te ayudará”, dijo el hombre.

Dos semanas después, el sastre retornó.

- “¡Usted ha salvado mi vida! Cuando le presenté nuevamente el ropaje, el rostro del noble se iluminó: ¡Hermoso!, exclamó. ¡Este es el más hermoso y delicado traje que haya visto!

Me pagó generosamente y prometió entregarme más trabajo y recomendarme a sus amigos.

Pero, deseo saber ¿cuál era la diferencia entre la primer prenda y la segunda?”

- “El primer traje”, explicó, “fue cosido con arrogancia y orgullo”.

“El resultado fue una vestimenta espiritualmente repulsiva que, aunque técnicamente perfecta, carecía de gracia y belleza. Sin embargo, la segunda costura fue hecha con humildad y el corazón quebrado, transmitiendo una belleza esencial que provocaba admiración en cada uno que la veía”.

¿Y tú cómo haces tu trabajo profesional, familiar, personal, etc.. con arrogancia y orgullo, o con humildad en el corazón?

1ª Pedro 5:5 “y todos sumisos unos á otros, revestíos de humildad; porque Dios resiste á los soberbios, y da gracia á los humildes.”

Col.3:23-24 “Y todo lo que hagais, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís.