marzo 13, 2025

El Río y el Espejo



En un valle silencioso corría un río de aguas cristalinas, tan puras que reflejaban el cielo sin mancha alguna. Los viajeros se detenían a beber de él, maravillados por su claridad, y decían: "Este río es perfecto, no hay nada que lo corrompa". A su lado, en la orilla, descansaba un espejo antiguo, pulido por el tiempo, pero con bordes ásperos y un cristal que mostraba cada rostro tal como era, sin ocultar arrugas ni sombras. Los mismos viajeros lo miraban y fruncían el ceño: "Este espejo es cruel, no embellece, solo juzga".


Un día, una joven llegó al valle buscando respuestas. Se arrodilló ante el río y bebió, sintiendo su frescura, pero al mirarse en el espejo, vio sus ojos cansados y sus manos marcadas por errores del pasado. "Río, tú eres puro", dijo, "pero este espejo me hace sentir impura". El río respondió con un murmullo: "Mi pureza es mi esencia, no tengo elección, fluyo como fui creado". El espejo, con voz firme, añadió: "Yo no soy puro, pero soy honesto; te muestro lo que eres para que elijas lo que serás".

La joven meditó toda la noche. Al amanecer, tomó agua del río y la vertió sobre el espejo, limpiando el polvo que lo empañaba. Entonces, su reflejo brilló más claro, no porque ella fuera perfecta, sino porque había decidido aceptarse. "La pureza me refresca", pensó, "pero la moral me guía". Y así, dejó el valle con una huella nueva: no de quien nunca cae, sino de quien aprende a levantarse.

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