Un día, los fariseos se reunieron y decidieron ponerle una trampa a Jesús, para hacer que dijera algo malo.
Mandaron a algunos de sus seguidores, junto con unos partidarios del rey Herodes, para que dijeran a Jesús:
—Maestro, sabemos que siempre dices la verdad. Tú le enseñas a la gente que debe obedecer a Dios en todo. No te importa lo que digan los demás acerca de tus enseñanzas, porque tú no hablas para quedar bien con ellos.
—Maestro, sabemos que siempre dices la verdad. Tú le enseñas a la gente que debe obedecer a Dios en todo. No te importa lo que digan los demás acerca de tus enseñanzas, porque tú no hablas para quedar bien con ellos.
Dinos ahora qué opinas: ¿Está bien que le paguemos impuestos al emperador de Roma, o no?
Pero como Jesús conocía las malas intenciones que tenían, les dijo:
—¡Hipócritas! ¿Por qué quieren ponerme una trampa?
Pero como Jesús conocía las malas intenciones que tenían, les dijo:
—¡Hipócritas! ¿Por qué quieren ponerme una trampa?
Muéstrenme una de las monedas que se usan para pagar el impuesto.
Entonces le trajeron una moneda de plata, y Jesús les preguntó:
—¿De quién es la imagen que está en la moneda? ¿De quién es el nombre que tiene escrito?
Ellos contestaron:
—Del emperador romano.
Jesús les dijo:
—Pues denle al emperador lo que es del emperador, y a Dios lo que es de Dios.
Los fariseos quedaron asombrados al escuchar la respuesta, y se fueron.
Entonces le trajeron una moneda de plata, y Jesús les preguntó:
—¿De quién es la imagen que está en la moneda? ¿De quién es el nombre que tiene escrito?
Ellos contestaron:
—Del emperador romano.
Jesús les dijo:
—Pues denle al emperador lo que es del emperador, y a Dios lo que es de Dios.
Los fariseos quedaron asombrados al escuchar la respuesta, y se fueron.
(Texto tomado de la versión Traducción Lenguaje Actual -TLA).
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